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Efectos problemáticos de la terminología “leader/follower”

We are now sharing a Spanish version of Juliet McMain’s essay ‘Troubling Effects of Leader/Follower Terminology’ from The Queer Tango Book – Ideas, Images and Inspiration in the 21st Century edited by Birthe Havmoeller, Ray Batchelor and Olaya Aramo; published in March 2015 by The Queer Tango Project as a free ebook in English. The essay is translated by Olaya Aramo.

 

Efectos problemáticos de la terminología “leader/follower”

© Juliet McMains. Traducción de Olaya Aramo.

Cuando me mudé a Seattle desde Florida en 2006, al principio me excitó la idea de que lxs profesors de baile social (tango, salsa, swing) de toda la ciudad usaran la terminología leader y follower en vez de hombre y mujer para referirse a lxs estudiantes en sus clases. Este desplazamiento lingüístico parecía un movimiento que progresaba hacia una mayor inclusión de quienes no se conforman con normas de género en la pista de baile. Tenía esperanzas de que ello podría ayudar a desnaturalizar la relación entre el rol de baile y el género, abriendo los roles de llevar y seguir a cualquiera, sin importar género. El cambio de imagen de la terminología del baile social fue motivado en gran parte por un interés en hacer sentir más bienvenida a la comunidad LGTB en las clases convencionales de baile social. El Century Ballroom, el mayor espacio de baile social en Seattle, hizo un gran esfuerzo en este aspecto. Desde que la sala de baile abrió en 1996, su dueña lesbiana, Hallie Kuperman, siempre ha requerido que todxs lxs profesores utilizasen la terminología de leader y follower: “no puedes mirar a una habitación donde el 50% de las personas que lideran son mujeres y llamarlas hombres. Simplemente no tiene sentido”, explica. Aunque la mayoría de la clientela es heterosexual y asumen roles de género predeterminados al bailar, parejas del mismo sexo salpican la mayoría de los eventos que se hacen, sintiéndose bienvenidas por el uso consciente de terminología neutral en las clases. En la época en que me mudé a Seattle, los términos leader y follower se habían convertido en el lenguaje estándar de lxs bailarines sociales de la ciudad, incluyendo lxs de tango.

En los años siguientes, a pesar de todo, me preocupaba el uso coloquial de los nuevos términos y sus abreviaturas. Cuando oía a alguien mencionar alegremente: “había diez follows en la fiesta anoche”, me enfurecía: “querrás decir que había diez personas especializadas en bailar el rol de seguidora, ¿no?”, argumentaba: “Estás hablando de seres humanos, no de objetos”. No fue hasta que Jaimes Freidgen, mi mentor en el tango, compartió conmigo su creencia de que las mujeres americanas que bailan tango se volvieron más pasivas desde que se adoptó el término follower, que me di cuenta de cómo el cambio bienintencionado de terminología que intentaba eliminar la discriminación lingüística contra las parejas del mismo sexo producía sin embargo otra clase de discriminación sutil hacia las mujeres. Lo mismo que llamar chicas a mujeres adultas, o chicos a hombres, tiene un efecto infantilizador y desempoderador cuando es repetido sistemáticamente, el efecto de llamar a alguien follow, por un período prolongado de tiempo, puede producir un sentimiento internalizado de una misma como menos capaz de iniciar una acción. No estoy sugiriendo que el rol de seguidor en el tango es menos difícil o menos poderoso que el rol de líder, sino que el uso del término follower (y el de peor gusto follow), como apelación para un grupo de gente, tiene efectos negativos no intencionados en ese grupo, en el cual la mayoría resultan ser mujeres.

En Argentina, lxs bailarines en la comunidad de tango heterosexual usan los verbos “llevar” y “marcar” para describir la acción correspondiente al concepto americano de “leading”, y el verbo “seguir” para describir el concepto americano de following. No tienden a usar los sustantivos de estas palabras y en su lugar se refieren a los varones y las mujeres cuando distinguen los dos roles, incluso si hay mujeres bailando el rol de varones, como yo hice en cada una de las clases que tomé las ocho semanas que estuve en Buenos Aires en 2012. La comunidad de tango queer en Argentina ha rechazado estos términos manchados de heteronormatividad y favorece el uso de los términos “conducir” y “guiar” como sinónimos del concepto “leading”. Sin embargo estos términos también dependen del problemático término “seguir” (follow). Cuando buscan un sustantivo para describir ambos roles, he oído a tangueras queer usar los términos “conductor” y “conducida”, siendo este último muy poco menos ofensivo que el de follower.

Hace poco leí algunos ensayos psicológicos que justifican mi objeción al uso del término follower, incluso aunque no tengo problemas con el uso de la expresión “gente bailando el rol de follower”. Una serie de experimentos fisiológicos han revelado que la gente ve las características descritas con un sustantivo (por ejemplo, “Heidi es una intelectual”) como más perdurables y centrales a la identidad que las distinciones expresadas con un adjetivo (por ejemplo, “Heidi es intelectual”). [1] Estas sutiles distinciones lingüísticas no afectan sólo a cómo vemos a las demás personas, sino que también afectan a la propiocepción. En otras palabras, lxs bailarinxs a quienes constantemente se refieran como followers empezarán a ver esto como una parte esencial y estable de sus personalidades.

¿Qué harán lxs miembrxs de la comunidad de tango al darse cuenta de esto? Los efectos de llamar a ambos roles liderar y seguir no son tan dañinos en una clase de tango queer donde todo el mundo está aprendiendo ambos roles. Si todo el mundo baila ambos roles, ningún grupo es llamado followers sobre una base consistente y por lo tanto escapa de los efectos del desarrollo de una autoimagen pasiva. De todas maneras, ¿No deberían ls bailarines de tango queer ser sensibles a los efectos del lenguaje sobre toda la gente, incluso sobre quienes se especializan solamente en bailar el rol de follower? Muchxs bailarines de tango queer y sus aliadxs se niegan a volver al lenguaje de hombre y mujer para describir los dos roles, ya que sienten que tales etiquetas marginalizan a los hombres que siguen y a las mujeres que llevan (o a la gente que prefiere no identificarse con ningún género). Otras comunidades de baile afrontan el mismo problema de lenguaje generizado pasado de fecha. En las comunidades de baile que practican danzas históricas, renacentistas, barrocas y contradanzas, los términos  hombre y mujer se usan comúnmente al enseñar las danzas. Lxs profesores clarifican que dichos nombres reflejan convenciones históricas, pero que los roles pueden ser asumidos por cualquiera sin importar género. En la práctica, es bastante común ver a tantas mujeres bailando el rol de hombre como bailando el de mujer y viceversa, llevando a cabo las palabras de la profesora en cuanto a que los roles pueden divorciarse del género. Esta estrategia funciona bien en estas comunidades porque en ninguna de estas danzas el rol del hombre es tan significativamente diferente del rol de mujer, de manera que lxs bailarines pueden intercambiar roles fácilmente. En el tango (y desde luego también en otras danzas sociales modernas como la salsa y el swing) ambos roles son tan diferentes que mucha gente se especializa sólo en uno. Así, el uso de los términos de mujer y hombre en clases no identificadas específicamente como queer no tiene la función desnaturalizante que tiene en las comunidades de baile histórico, donde el género se convierte en una técnica que puede ser aprendida y reasignada fluidamente. Irónicamente, las clases de tango queer están mejor posicionadas para desconectar con éxito el lenguaje de macho/hembra de la identidad de género mediante un uso no convencional de los términos hombre y mujer, porque en la comunidad de tango queer mucha gente cruza los roles “tradicionales” en el baile. Empezar una frase diciendo: “Cuando bailo como mujer…” (o “cuando bailo como hombre”) pueden revelar la naturaleza construida de los roles de género y de hecho el género mismo. Muchxs bailarines de tango queer pueden preocuparse con razón, de todas maneras, de que el despliegue estratégico de lenguaje generizado en orden a deconstruirlo pueda resultar contraproducente y reinscribir los binarismos que busca desmantelar.

No tengo una solución fácil para este problema. No creo que sea realista esperar que lxs bailarines diligentemente eviten la forma sustantiva y consistentemente se refieran a “personas entrenadas en bailar el rol de seguidor” en lugar de utilizar la forma más abreviada followers. ¿Deberíamos emplear un término totalmente nuevo para los conceptos de guiar y seguir? Quizás “proponentes” e “intérpretes” describe mejor ambos roles. Un individuo propone un movimiento y el otro interpreta esa proposición, decodificando sutiles señales físicas y traduciéndolas en ochos volcados, sacadas juguetonas y animosos boleos. Es hora de actualizar nuestro lenguaje para que refleje las contribuciones muy activas de ambas individualidades en la pareja de tango.

Nota 1
Gregory M. Walton and Mahzarin R. Banaj, ‘Being What You Say: The Effect of Essentialist Linguistic Labels on Preferences’, Social Cognition, Vol. 22, No. 2 (2004): 193–213.